CULPA SILENCIOSA
El Pasado, no sólo es la última
película del realizador irani Asghar Farhadi, sino su primer film
dirigido en tierras occidentales, con mayor precisión en Francia, esperando que
no sea última, ya que resulta interesante verlo desplazarte en otro tipo de ambiente,
que no sea la sociedad iraní.
La película, como en todos los
filmes del director, empiezan con un conflicto que parece cotidiano, pero que a
medida que avanza, se van desmarañando más hilos, tomando otra dirección,
existiendo el conflicto moral, en hacer lo correcto con las graves consecuencias
que pueda traer esto, recuérdese los finales de A propósito de Ely (2009) y Una separación (2011), en donde los protagonistas se mostraban dubitativos en las
decisiones que debían tomar. En esta ocasión no es diferente, los protagonistas
se ven sobrepasados en una situación que
se le escapa de sus manos.
La historia nos sitúa en un
aeropuerto parisino, en donde la escena inicial vemos a Marie (Bérénice Bejo)
esperando a Ahmad (Ali Mosaffa), quien
es su esposo, estando separados por más de cuatros años, por lo que, ha llegado a París para formalizar los
papeles de divorcio. Si bien las conversaciones entre ellos parecen cordiales,
existen una especie de resentimiento acerca de su relación que quedo inconclusa
siendo muchas veces tensas las escenas entre ellos, esto agregado de los
conflicto frecuente que tiene Marie con su hija Lucie, quien pedirá la ayuda de
Ahmad para que hable con ella, ya que es la única persona que puede conversar
con Lucie ya que se opone al futuro matrimonio con Samir (Tahar Rahim), novio actual
de Marie.
A partir de las conversaciones
con Lucie, es donde la película se va tornando más sombría, existiendo ese halo
de misterio de la películas de Farhadi, de dejar al espectador en una sensación
de incertidumbre sobre lo que viene ocurriendo. El director siempre trata de
presentar a sus personajes como personas reales con virtudes o sobre todo con
defectos, movidos por su egoísmo e inmadurez, ninguno se salva del juicio
moral, pero Farhadi, lo que menos busca es ser un dedo acusador, sino simplemente lo quiere es contar una
historia de seres humanos que se sufren y aman.
La forma como Farhadi, le da
profundidad a escenas cotidianas, es realmente digno de resaltar, en como sitúa
la cámara como un personaje más, en su esmero en el detalle de cada frase dicha
o no dicha, en el movimiento de los cuerpos, gestos y miradas, cada personaje
se encuentra claramente definido, mostrándonos sus motivaciones. Esto nos habla
de un director que no deja nada al azar, siendo un creador total de la historia
que nos narra, que nos demuestra una vez que estamos ante un realizador con
proyección de maestro.